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Cuidar a una persona enferma no es fácil, como tampoco lo es decidir cuál es el momento de solicitar ayuda a cuidadores de enfermos profesionales. La familia intenta suplir el rol de los cuidadores de la mejor manera, poniendo empeño y cariño para reemplazar la experiencia que pueden tener los cuidadores.
No es fácil compaginar la vida laboral, familiar y de cuidador, ya que consume mucha energía que a la postre puede derivar en estrés. Hay que tener mucho cuidado con este problema porque tiene más riesgo del que se cree. Este estrés en el cuidador puede hacer que tanto el paciente enfermo como el cuidador cada vez se encuentren peor puesto que la conexión entre las partes afectadas es muy grande. Esto que debemos evitar tiene un nombre: síndrome del cuidador.
Los cuidadores, en especial los que tienen que hacerse cargo de un familiar enfermo crónico, presentan el síndrome del cuidador con mayor frecuencia.
Es un grupo vulnerable que tiene unas necesidades terapéuticas y preventivas a las que hay que seguir para no convertirse en un trastorno que empeore su vida laboral, familiar y ocio. Esta sobrecarga de emociones, trabajo físico y mental empeora la calidad de vida.
El cuidador debe estar bien física y emocionalmente. En el momento que no se cumple esta premisa, es cuando se debe pensar en soluciones; ya que en vez de ayudar se está consiguiendo el efecto contrario. Es por esta razón por la que los cuidadores son tan importantes. Ellos se pueden encargar de ayudar en las actividades básicas del día a día cuidando de pacientes mayores, enfermos crónicos o discapacitados que no pueden valerse por sí mismos.
Debe quedar clara una cosa: pedir ayuda no es haber fallado a nuestro familiar o amigo.
Es una decisión que cuesta porque tenemos miedo a dejar a esa persona que tanto queremos en manos de alguien que desconocemos. Cuesta porque el lazo que nos une es muy grande pero cuando vemos la profesionalidad, la cercanía y el cariño con el que los cuidadores realizan su labor hacia el enfermo, sentimos un alivio enorme.
Cada familia es diferente y requiere variantes para solucionar cada caso particular, cubriendo de esta manera los huecos que el núcleo de la familia es incapaz de llenar.
Un profesional especializado, en definitiva, es una opción más en la difícil tarea de cuidar a una persona dependiente. Y lo es porque esa persona está formada para soportar la situación tanto física como mentalmente. Hay que pensar que con una persona dependiente en la familia basta, por lo que hay que saber cuándo la situación requiere de alguien capacitado y evitar así el tan temido síndrome del cuidador.
Esposa, Juan 64 años
«Mi marido sufrió un ictus. Una amiga me habló de Familiados y me decidí por cuidar a mi marido en mi domicilio. No puedo estar más segura de la decisión que he tomado, tener ayuda en casa es una gozada.»
Hijo, Antonio 89 años
«Inma es una persona siempre dispuesta a ayudar, alegre y amable con las personas mayores. Mi padre está encantado y la considera una buena amiga a la que acudir cuando necesita ayuda. «
Hija, Isabel 90 años
«Es una persona cariñosa y una profesional. En todo sentido a cuidado de mi padre con Párkinson y Alzheimer. También nos ayuda con el acompañamiento de mi madre. Gracias Marisa por tanto.»
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